Nací en Albacete, me eduqué en una familia cristiana. Durante la adolescencia comencé a prepararme para el sacramento de la confirmación. En mí había buenas y malas cualidades, pero en ese momento de mi vida la suma de todas ellas no pesaban más que mi timidez y mi miedo escénico. En la catequesis encontré personas que me aceptaron; un catequista
que sacó lo mejor de mí y un párroco me acompañó.

Pronto el deseo de “dar gratis lo que se me había entregado gratis” superó al miedo. Ahora soy catequista en esa misma parroquia y trabajo en la pastoral juvenil de la diócesis. A mis 23 años todavía me falta mucho por aprender, pero si puedo afirmar algo, sin riesgo a error, diré que el Señor se vale de la inquietud para moldear a las personas.